Hace unos días en la Expo, pasó algo especial: en el corazón de la ciudad, en medio de la urbanidad, el campo mostró otra cara. Quizás para ese sector sea muy natural, pero para quien no sea del campo es una cara desconocida. Esta faceta tuvo ingredientes clásicos para muchos, pero extraños para otros: tribunas llenas, el polvo que levantaron los caballos criollos y las voces de aliento. Todo en la ciudad.
El fin de semana del 11 al 14 de septiembre, en la Sociedad Rural de Tucumán, más de 46 cabañas dijeron presentes en la Expo Agroganadera que celebró sus 60 años con un perfil renovado: estuvo centrada en las actividades agrícolas y en este marco, se incluyó una fecha de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos. Por eso hubo remates, charlas específicas, además del aparte campero y la carrera de tambores, que también se suelen realizar en este contexto. Lo que más le llamó la atención a la gente no vinculada al campo fueron estas dos actividades. Ambas nacieron del trabajo en el campo y se convirtieron en un deporte familiar. La imagen justamente de familias enteras compartiendo juegos de campo en la ciudad fue una de las principales postales que se llevaron los curiosos citadinos.
El aparte campero es una prueba oficial de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos en la que tres jinetes deben apartar vacas de un corral grande y pasarlas a otro más chico en el menor tiempo posible. Por otro lado, las carreras de tambores, un circuito de giros cerrados que enfrenta a dos competidores y premia la velocidad sin derribar obstáculos.
Hijos: juegos y nervios
En la pista no solo se escucharon relinchos y aplausos: también se vio la unión de hermanos que se animaron a competir en equipo. Los tres hijos del presidente de la Sociedad Rural de Tucumán, José Frías Silva, participaron:. Joaquina (15), José (14) y Dimas (12). Los tres lo hicieron en el aparte campero, una prueba donde el trabajo en conjunto es clave.
“Para mí la Expo, más allá de una asociación, es como una familia que se comparte entre muchos amigos. Es un ambiente sano, donde todo es alegría”, contó Joaquina. “En el aparte campero armamos un equipo llamado Las Carreras con mis hermanos y Mateo Paz Posse. No nos fue tan bien, pero lo importante es que había confianza y que nos divertimos”.
Dimas recordó qué para él fue la tercera vez en este tipo de pruebas: “Desde muy chiquito ando a caballo y durante la pandemia pasamos mucho tiempo con ellos, así que ahora tengo un vínculo enorme. A mí me gusta más el campo, pero la Rural también me encanta porque me recuerda cosas camperas. Esta expo es amistad, divertirse y vivir la parte de campo”.
Caballos criollos: una yegua de Yanta Payana ganó en PalermoEl más grande de los varones resumió su experiencia: “Todos los días queremos volver a la rural. Lo lindo es que todos somos amigos y si uno pierde, igual nos reímos y nos alentamos entre todos”, contó José. También expresó su pasión ecuestre y lo comparó con otros deportes que practica: “Yo juego al rugby pero me gusta más jugar al polo como mi papá, soy más habilidoso, y por eso prefiero mucho más los caballos”. La charla dejó en claro que la vida familiar no se limita a tres hermanos: “Somos cuatro. Falta Cira, la más chiquita, que tiene seis años. Ella todavía no anda mucho a caballo, pero seguro cuando crezca también se sumará”.
La experiencia de los hermanos Frías Silva se cruzó con la de otros niños. Mateo Paz Posse (10) que corrió en los tambores, dijo: ““Yo quería competir y pude hacerlo dos días seguidos. Éramos 16. Gané las dos primeras carreras y en la semifinal iba muy rápido y tiré un tacho en la curva. Ahí aprendí que no siempre hay que apresurado, a veces hay que ir prolijos. Antes de correr estaba nervioso, sobre todo porque me tocaba competir contra el que ganó y era mucho más grande que yo. Pero al final entendí que no solo hace falta ganar, hay que divertirse”. Mateo también habló del entorno: “Me sorprendió que las chicas gritarán mi nombre, me alentaban como si me conocieran. Eso me puso feliz”. Cuando piensa que fue lo que más le gustó, no lo dudo: “Ir al galope en la toma final. Es lo mejor. A mi de grande me gustaría ser tropillero y dedicarme a esto de los tambores”.
En tanto, Felipe Estrada (17) debutó en la carrera de tambores con su familia: “Fue muy divertido porque competí contra mis primos que vinieron de Buenos Aires y contra mi hermana. Era gracioso, pero también muy competitivo. Durante la competencia sí hay rivalidad, pero después todo sigue en buena onda. Es una competencia sana”. Felipe explicó la dinámica de las llaves: “Primero corrí contra una amiga muy cercana, después contra otra chica que no conocía y ahí gané. Llegué a la semifinal. Lo mejor fue que mi hermana, mis tías y toda la familia alentaban desde la tribuna”. El recuerdo más fuerte fue ver la emoción de sus padres: “Yo sentí mucha felicidad por ellos porque estaban al borde del llanto al ver que la exposición salió bien. Se notaba la satisfacción después de tanto trabajo con los caballos. Yo estaba orgullosos de ellos, y ellos de mí”.
Es tucumano, vive en Irlanda y entrena caballos en uno de los establos más prestigiosos del mundoLo que más repiten los chicos es que no se trató de vencer a un rival, sino de compartir. Mateo lo resumió a su manera: “Mi papá me dijo antes de la final que disfrutara la carrera y bueno... tiré un tacho y no pude ganar. Igual fue lindo, porque lo mejor es estar con mi familia y mis amigos en la pista”. Y Felipe completó: “Competir contra mis hermanas y mis primos fue gracioso y emocionante a la vez. No es común estar en una expo tan grande y que nos toque a los chicos estar ahí, en el centro de todo. Me sentí parte de algo importante”.
Los más grandes
Detrás de esos niños y adolescentes estuvieron los padres, orgullosos de verlos competir. José Frías Silva (h), padre de Joaquina, José y Dimas, reflexionó: “El caballo nos acerca. Es el aglutinante que nos estaba faltando. Nuestro objetivo con esta muestra fue que nuestros hijos vengan a la Rural. Yo me crié acá: mi papá fue presidente, mi tatarabuelo, Lucas Zabaleta, fue el primero. Queremos que las familias vivan la institución. Este fin de semana lo vi y me emocionó. Yo los veía enloquecidos. A mí me tocaba trabajar de chico en el campo; hoy para ellos es un juego, y es el mejor juego del mundo”, confesó.
El mismo sentimiento atravesó a Nicolás Paz Posse, padre de Mateo, Sara y Nicolás (h). “Nosotros tenemos el privilegio de haber nacido con el ADN de los caballos, porque nos criamos en el campo. En Raco la vida gira en torno a ellos: primero comen los caballos y después desayunan los chicos; ellos siempre están al cuidado de sus animales. Para nosotros es común andar detrás de un caballo; para mucha gente, no. Y creemos que este es el camino. Lo que vimos estos días fue como volver a ruralizar la ciudad”.
Caballos que sanan: historias de superación y equinoterapia en la ExpoTambién explicó el modo en el que cada integrante de la familia participa de estas actividades: “Las carreras de tambores son un privilegio. Porque Mateo está arriba del caballo, pero mis otros dos hijos se encargan de cuidar al animal, le dan de comer y alientan a su hermano. Cada uno tiene un rol. Es una pasión tangible que disfrutamos todos juntos”. Además, contó: “Es una manera muy sana de compartir un deporte. Cualquier caballo sirve para empezar; soo hace falta con un terreno plano y un par de tambores. Después se va perfeccionando la técnica”.
Desde la organización de la sección criolla, Francisco Joaquín Estrada, ingeniero agrónomo, y padre de Felipe, se sorprendió por la magnitud: “Junto con mi esposa, Dolores Romero Carranza, empezamos a imaginarnos todo esto luego de mudarnos a Tucumán (desde Buenos Aires), desde ya 20 años. Convocamos 103 caballos criollos y más de 145 inscripciones. Tucumán llevaba más de 10 años sin una expo criolla. Vinieron cabañas de Buenos Aires, Córdoba, Catamarca, Santiago, Jujuy y Salta. Las tribunas estuvieron llenas. Lo mejor fue ver equipos familiares en la pista. Fue la primera vez que se hizo con esta amplitud de pruebas”. Estrada también reveló la expectativa y adelantó un sueño: “La carrera de tambores hoy no tiene ranking nacional. Queremos impulsar para que haya clasificaciones regionales y finales en Palermo, Buenos Aires. Ojalá Tucumán sea el puntapié”.